La vocación por el boxeo de Lorea Murgoitio Domínguez ( Eibar, 1989 ) comenzó tras asistir como espectadora al campeonato mundial entre el olívico Iván Pozo y el argentino Omar Narváez. Le enganchó tanto el noble arte, que le empujó a trocar sus iniciales apetencias por el Wushu, y a tomar la decisión de matricularse en los estudios primarios que se impartían en el Club Polideportivo Saudade, la más prestigiosa academia boxística de la historia, donde aprobó con nota los primeros cursos.
Después de un lustro de evolución, decidió personalmente dejar un poco de lado los estudios pugilísticos y deambuló de centro en centro de aprendizaje practicando sin casi subir a la lona durante un tiempo, tras el cual determinó desplazarse a la capital del país en busca de horizonte laboral.
A su vuelta se matriculó en el Club Thunder de Marín donde consiguió dos titulaciones como Campeona de Galicia y dos accésit de plata y bronce en las reválidas nacionales en las que intervino. Decidió, entonces, que estaba preparada para acometer el desafío de la selectividad pugilística y graduarse para profesional en la Vieja Escuela de Vigo.
La boxeadora afincada en Vigo desde su infancia, había llegado a un punto de inflexión en su carrera en el que declaró al Faro de Vigo que: «doy el salto a profesional porque creo que es lo mejor para mi. Estaba ya un poco saturada, aburrida de la competición amateur. Era atreverse o dejar de competir». Todo ello, tras dejar atrás el ciclo amateur con medio centenar de exámenes boxísticos de los que había aprobado más de la mitad.
En noviembre de 2019 inició el ciclo profesional que le faculta como la pionera dentro del panorama olívico del noble arte femenino. Con su triunfo por puntos sobre la bilbaína Naiara Olmedo, en el Pabellón Municipal de Bouzas, la alumna de La Vieja Escuela entraba en la facultad de boxeo profesional con la esperanza puesta en la Liga de Boxeo Femenino profesional orientada hacia la división Pluma ( 57,200 kilos ). En dicha competición tomarían parte la boxeadora vasca Naiara Olmedo, la madrileña Vanesa Caballero, las valencianas Karla Mendoza y Soraya Rodríguez, la donostiarra Enerolisa de León y la propia Lorea Murgoitio, durante el tiempo estimado de un año.
Pero la excelente y loable iniciativa que pudo marcar un antes y un después dentro del periplo boxístico de la púgil escolar, y del boxeo femenino patrio en general, se vino abajo por mor del advenimiento de los tiempos covidianos que han damnificado el mundo de los guantes, y al profesionalismo gallego en particular.
Ya lo comenté hace unos días a través de estas mismas páginas, vivir del boxeo se asemeja una utopía, y más en esta época pandémica que asola el planeta.