LA PRIMERA de las anécdotas ocurrió el 21 de enero en Londres, a raíz de la primera disputa en suelo británico de un campeonato mundial entre contendientes extranjeros.
El hispano cubano José Legrá Utria perdió su título mundial pluma ante el franco-australiano Johnny Famechon en el Royal Albert Hall. Al margen de otras connotaciones boxísticas, me viene a la memoria el contundente rechazo por parte del Puma de Baracoa a la vacuna que las autoridades sanitarias del Reino Unido administraban en los puestos de vacunación acondicionados dentro del propio aeropuerto contra la gripe de Hong Kong, llamada así porquese descubrió al paciente cero en la antigua colonia británica. Su oponente no puso reparo a la dosis de anticuerpos que le suministró la sanidad británica.
El caso, aunque no alcanzó la repercusión del tenista Novak Djokovic, levantó severas críticas mundiales – la prensa española pasó de puntillas sobre la incidencia internacional – hacia el pupilo de Kid Tunero. A su regreso a Madrid, recuerdo que, dentro de las muchas y distintas declaraciones que el genial boxeador nacionalizado en España hizo a los medios de comunicación, había una en la que llegó a comentar que querían administrarle alguna especie de droga para restarle efectividad física.
EL SEGUNDO de los recuerdos lo despertó una polémica suscitada dentro de los actuales foros boxísticos mejicanos, lo cual me da pie a jugar con la comparativa entre dos geniales campeones mundiales del pasado.
Todos sabemos que el boxeo es deporte de apreciaciones y apegos, lo cual da lugar a tertulias y opiniones múltiples, sobre todo cuando se dictaminan decisiones arbitrales que no concuerdan con el gusto de todos.
Hace poco, a través de las redes sociales, se levantó cierta discrepancia sobre la longevidad invicta del genial boxeador Julio César Chaves. Los detractores por sistema del todo, que se encuentran en cualquier lado de los cuadriláteros mundiales, ponían de manifiesto que varias decenas de sus primeros triunfos los logró en Culiacán – su lugar de residencia – y ante rivales de poco fuste, lo que consideraban que no debía tenerse en cuenta a la hora de evaluar su historial deportivo. Aunque se ha concretado mediante investigaciones documentadas que, a pesar de los adversos, el genial campeón se había mantenido invicto durante la friolera de 89 combates seguidos.
A este respecto, me vino a la memoria el recuerdo de que el legendario boxeador español Pedro Carrasco solo había bajado derrotado del cuadrilátero en tres ocasiones de las ciento nueve lides pugilísticas en las que intervino hasta el final de su carrera. Echando mano de mi documentación personal he podido contrastar que el campeón mundial español superó en número de triunfos continuados al mejicano. Desde su primera derrota ante el italiano Aldo Pravisani en marzo de 1964, hasta su combate frente a Mando Ramos en Los Ángeles en febrero de 1972 , el gran púgil nacido en Alosno ( Huelva ), Pedro Juan Carrasco García, se mantuvo invicto a través de 93 combates. Es de obligada equidad reconocer a Pedro lo que es de Carrasco, y a Julio lo que es de César.